Hace unos dos años y medio se enteró en Davos, Suiza, del proyecto One Laptop Per Child o "Una computadora portátil para cada niño", cuando Nicholas Negroponte lo presentó ante el World Economic Forum. El proyecto, que, como su nombre lo dice, aspiraba a dotar de una computadora portátil a cada niño en edad escolar de primaria, conectada a Internet de alta velocidad y banda ancha, se presentó como una verdadera revolución educativa y una redención para los países en vías de desarrollo.
Tabaré Vázquez entendió inmediatamente, y sin que nadie se lo hiciera saber, que este proyecto proporcionaba lo más cercano que había encontrado como antídoto o vacuna contra la ignorancia. Hablamos de esa ignorancia crasa que genera miseria y esa miseria extrema que lleva a las gentes a la violencia. Ese mal endémico, esa patología dramática que se ha convertido en la maldición de los países en vías de desarrollo.